NO TENDRÁS NADA Y… ¿SERÁS FELIZ?
La primera vez que oí esta proclama casi me atraganto. ¿Ustedes quieren decirme que soy esclavo de mis posesiones terrenas?. ¿Con quién hablo, con un monje tibetano, un hippie anclado en 1968, un proselitista de la agenda 2030 o con un líder del Partido Comunista Chino?
Desde
la Grecia clásica, donde incluso Aristóteles
entendía que la propiedad es indestructible y positiva; y pasando por Sto. Tomás de Aquino (“es lícito que el
hombre posea cosas propias”), queda demostrado que esto no es un invento del
opresor, del oligarca adinerado o incluso de la burguesía. La propiedad privada es un
concepto inherente al ser humano.
Los
movimientos ideológicos no se reproducen en un círculo repetitivo de forma
incansable e invariable una vez tras otra. Se producen como un bucle, como espiral en forma de muelle, donde sólo algunos conceptos coinciden
con los ocurridos con anterioridad. El ataque a la propiedad privada es uno de
esos conceptos reincidentes, y por ende un torpedo enviado al alma mater de la libertad
humana.
El
humano, ese homínido pedestre recién bajado del árbol, ya podía antaño
considerar de su propiedad lo que había conseguido con
esfuerzo, dedicación, e incluso a riesgo de su vida. Aquel objeto que había
anhelado en sus sueños más calientes estaba en su poder, y es de sentido común que
lo sintiese de su propiedad exclusiva. La avaricia, también humana, permitió
que apareciese la explotación de los congéneres como método para ampliar las
posesiones de un individuo particular. La lucha contra esa explotación, con el
devenir de los siglos, nos ha traído
hasta la consecución de los derechos actuales, donde supuestamente nadie puede
exprimir a otra persona sólo para ampliar su riqueza. Disfrutamos de un reparto
de la renta con los menos desfavorecidos (todo esto debería ir entrecomillado
para entender el sarcasmo), y aún con todo ello no se evita que haya gente con
más posesiones que otros. La principal posesión más deseada era, es, y será el poder.
Tras
alcanzar esos derechos, comparto con ustedes que siguen existiendo personas
desfavorecidas, pero el reparto es algo más equitativo que antaño. Esas
personas desfavorecidas, por avatares de la vida o por tener una menor
intención de poseer, son la excusa perfecta que utilizan para atacar a la
propiedad privada los enemigos de la propiedad.
Ahora
bien, no se engañen. Aunque quieran envolverlo en un halo de evergetismo
benefactor para proteger al desvalido, no es ni más ni menos que un ataque a la
libertad, y de paso un “lo tuyo es mío y
lo mío es mío”. Si tú tienes menos, yo tengo más.
La
agenda 2030 con su famoso “no tendrás
nada y serás feliz” solo enmascara la última treta de quien quiere asaltar
el cielo, quedarse con todas las posesiones y de paso tomar el trono para acaparar
el poder y así subyugarnos a sus deseos cuales remeros en galeras.
La
libertad no existe sin propiedad privada y la propiedad privada deja de existir
cuando es controlada por el gobierno.
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