HABLEN, O MEJOR, ¿CALLEN?


                La sociedad del s. XXI, la sociedad de la comunicación, la sociedad de LA LIBERTAD, está pastoreada por un conjunto de sociópatas de manual.

                Vivimos tiempos en los que el individuo cree sentir una libertad sin parangón. No existe ningún organismo estatal que le censure por decir o escribir lo que venga en gana, por ahora. La libertad de expresión es la bandera que agita frenéticamente toda una pléyade de comunicadores, bien pagados por el sistema estatal, cuando quiere erigirse como verdadera defensora de la libertad democrática contra una supuesta opresión neofascista.

                Una panda de juntaletras, presentándose como líderes revolucionarios de la horda de los “parias de la tierra”, hacen el juego psicológico de mostrarse como los atacados, los ofendiditos, los oprimidos, cuando son ellos los que, de forma indirecta, oprimen, atacan o excluyen a quienes osan pensar diferente.

                Esa retahíla de analfabetos letrados (¡menudo oxímoron!), que ven libertad de expresión en la quema de contenedores, en el saqueo de comercios, en ataques verbales a los organismos estatales, a las víctimas de terrorismo, o no ven ofensa cuando se jalea un movimiento armado, son los mismos que aíslan, que apedrean, que señalan con el dedo a las personas que difieren de la opinión preponderante en el progrerío actual. Esos son los que, lápiz rojo en mano, deciden qué se puede decir o qué no, lo qué es correcto pensar o no.

                No es solo la acción de 4 periodistasde chicha y nabo en televisiones, radios o periódicos. Se subvenciona medios de comunicación afines, se utilizan redes sociales, hoy tan en boga, o simplemente se enmudece al disidente. Tenemos, sin ir tan lejos, lo que ocurre en redes sociales, tan extendidas en el vulgo, donde son censurados mensajes, o “castigados” sin poder publicar, aquellos que dicen “¡el rey está desnudo!” (después de escribir esta referencia al cuento de Christian Andersen espero que no salte algún espabilado diciendo: ¿Qué tendrá que ver el rey en esto?; como ya me ha pasado alguna vez).

                Parece existir una parte del entramado del sistema que quiere fagocitar a la otra parte atacándose a sí mismo. El propio sistema utiliza sus mecanismos para hacer ese ataque y poder dar la vuelta a la situación como si de un calcetín sucio se tratara.

                Mientras, los políticos a los suyo, a crear sus redes clientelares que les mantengan en el poder, su miríada de estados absolutos, sus cortijos particulares, donde prefieren erigirse en  cabeza de ratón antes que cola de león. ¿Los gobernados?,…, esos que sigan pagando y con un “punto en boca” que les asegure las migajas que caen del mantel.

                ¿Quién no ha pensado nunca dos veces si lo que decía, o pensaba, era políticamente correcto?..., ¡pues ahí!, señores míos, es donde tienen ustedes su propio ministerio de información particular que les practicará una censura minuciosa y sistemática, no sólo a lo que dicen, si no también a lo que piensan.

                Nadie puede tachar en rojo las ideas dentro de su cerebro, recuérdenlo.


Cicerón el Escéptico






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