LOS BUFONES DE LA CORTE.

 LOS BUFONES DE LA CORTE.

 

                La vida sorprende, cada día, a cada momento. Si uno es capaz de reflexionar sobre los acontecimientos cotidianos, desde una perspectiva tan alejada que le permita tener una panorámica amplia, puede hacer descubrimientos que están a la vista.

                El común de los mortales se mantiene entretenido en una pelea vieja, en una disputa que ha cambiado mientras él recibía mamporros e intentaba propinarle alguno a su oponente. Cuando ha sonado la campana de fin del asalto y mientras está sentado en su esquina del cuadrilátero, por un resquicio de sus ojos amoratados le ha parecido creer que su pantalón ya no es del mismo color que antes, si era azul, ahora es rojo, mientras a su oponente le ocurre justo lo contrario. Sacude la cabeza incrédulo, intenta comentarle el asunto, con una boca donde ya faltan la mitad de los dientes, al entrenador que le pasa una esponja chorreante por la cabeza, pero este le dice que se deje de tonterías, que lo que le pasa es que el de enfrente le ha dejado medio noqueado, que tiene que salir a ganarse el pan, a defender a los suyos y partirle la cara a ese malnacido que ha vendido su libertad al opresor.

                Y eso es lo que pasa señores. Nos partimos la cara, nos peleamos, somos capaces de jugarnos el todo por el todo, sin darnos cuenta de que nos han cambiado el pantalón en mitad de la pelea.

                La izquierda, tras la caída del muro de Berlín, tiró la bandera roja y recogió banderas de todos los colores imaginables. Dejó al obrero, al trabajador, abandonado. Mientras, los conservadores, han tomado esa bandera contra las multinacionales tan “inclusivas”, pero tan deseosas de una mano de obra barata y muda, que les amplíe sus cuantiosos beneficios.

                En ese momento es cuando nuestros pantalones cambiaron de color. Ahora los conservadores, la derecha, que siempre se ha creído detrás del beneficio de unos pocos, son los que están a pie de calle, a los que los obreros escuchan denunciar los problemas del que se gana el pan día a día; los progresistas, la izquierda, los que antes se creían por la lucha del desfavorecido, viven aislados en un edén para la neo-aristocracia, apoyando poderes financieros vestidos de colorines diversos, organizando el paraíso proletario aquí en la tierra donde sólo entrarán unos pocos.

                Resulta gracioso ver a esas turbas activistas coloreadas de morado, verde, rojo, amarillo, etc, denunciando su desprotección, cuando son los más protegidos de todos, por organismos estatales, industrias, grupos de presión o medios de comunicación; y todos esos colores realmente sólo les asemejan a los bufones de las cortes medievales para entretenimiento y pasatiempo general.

Las grandes ideas, cuando se vuelven potentes son secuestradas siempre por los mismos, manipuladas y tergiversadas en beneficio de los de siempre, que aunque no sean los mismos, son siempre la misma clase. Una oligarquía donde cambian las cabezas, cambian las personas, pero siempre hacen lo mismo para los mismos. Como dijo el gran maestro: No ocurre nada nuevo bajo el sol.

               

Cicerón el Escéptico



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