SOY UN HOMBRE. SOY UNA MUJER. SOY UN ZEPPELIN.

 SOY UN HOMBRE. SOY UNA MUJER. SOY UN ZEPPELIN.

 

-Abolición de la propiedad privada (destrucción del signo de la libertad real).

-Abolición de las naciones.

-Eliminación del pasado (aplicación de la ley de memoria histórica).

-Creación de verdades eternas (victoria de la guerra cultural).

-Destrucción de la individualidad (el hombre es masa no individuo libre).

-Destrucción de la familia (“los hijos no son de los padres, son del Estado”).


                Estos principios aparecen en el manifiesto comunista de Marx y Engels, presentados cómo los pasos a seguir para la instauración del socialismo mundial, de la dictadura del proletariado.

Un nuevo sistema que no implica un cambio radical, simplemente es el cambio de manos del poder. Es la creación de una nueva élite que sustituye o superpone con la anterior. El individuo, el hombre, el ser humano de a pie  sigue en el mismo lugar. Acogotado por las imposiciones de una aristocracia (nueva o antigua, ¡que más da!) y sin capacidad de acción real. Para los griegos antiguos, la democracia era el sistema menos malo, pero ese mismo sistema puede caer en manos de unos tiranos demagogos que lo tengan preso de sus deseos más oscuros.

Vivimos el cambio del sistema político de las últimas décadas por un sistema de hace ¡más de 150 años!. Un sistema, con más de 100 millones de muertos a sus espaldas, que no se impone de la noche a la mañana, si no gradualmente. Poquillo a poco para que duela menos, para que no sean conscientes.

El último paso que han dado los tiranos monclovitas es la abolición del sexo y la creación del “género fluido” en la especie humana. La destrucción de la imagen del ser humano que ellos, después, moldean a su gusto.

Usted podrá ser lo que se sienta en ese momento: un hombre, una mujer, un abeto de navidad, una gallina, o el mismo Miguel de Cervantes. Esto llevará a momentos de una incoherencia descacharrante. Imaginen a un hombre acusado de “violencia de género” (real o ficticia) que ante el juez, la jueza, o “le juece” (utilicemos la neodestrucción del lenguaje), argumenta que no pueden acusarle cómo hombre maltratador porque él en ese momento se siente mujer, y dentro de media hora va a sentirse molusco de playa. ¿Cómo tiene que reaccionar el Estado ante un hombre sin rostro?

La democracia es el sistema político menos malo, pero si esa democracia pierde el norte y cae en manos de individuos, o individuas, esquizoides y da bandazos cual nave en una tempestad, indica que ese sistema político está en poder de quién quiere destruirlo.

Desde estas palabras que les dirijo sólo puedo aconsejarles una cosa: sean LIBRES. Nunca dejen de serlo. Su mente, sus ideas son suyas, utilicen el cerebro que les regalaron los dioses y la evolución de las especies. Utilicen la coherencia cómo arma ante los desvaríos de los poderosos lunáticos. Sean valientes y despójense  del armazón de la “corrección política” que constriñe su libertad real.

Ahí, dentro de sus cabecitas, nadie puede mandar excepto ustedes mismos.

               

Cicerón el Escéptico



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