¿TIERRA Y AGUA?..., VEN, CÓGELOS TÚ.

 ¿TIERRA Y AGUA?..., VEN, CÓGELOS TÚ.

Se cuenta que los diplomáticos persas hacían la petición de “tierra y agua” a los gobernantes de las polis griegas para asegurar su pleitesía. La respuesta de los reyes de Esparta fue: “Ven, cógelos tú”. La respuesta de los que no estaban dispuestos a verse subyugados por un poder extranjero y bárbaro era clara: ven y hazte con ellos, si puedes. Aun sabiéndose en inferioridad aplastante, no estaban dispuestos a someterse sin luchar o morir si era preciso. Porque su libertad era el bien más preciado que tenían.

                Los juegos de la geo-estrategia de hoy día apuntan a un cambio de sede imperial. El poder se traslada al lejano oriente, y todo porque la sociedad occidental ha bajado sus brazos y se ha entregado cual doncella para el sacrificio al dragón rojo.

                El ejemplo más claro ha sido el foro de Davos. La reunión monetaria mundial donde un “invitado”, el líder COMUNISTA Xi Jinping, se ha impuesto y ha relatado las nuevas doctrinas por las que se regirá el orbe bajo su bota. “No poseerás nada y serás feliz” es uno de los polémicos eslóganes de Agenda 2030 donde se pretende blanquear la instauración de un socialismo global.

                El nuevo imperio COMUNISTA ha ido tomando el relevo de forma escalonada. Atacó a Occidente en su vientre blando, manipulando su mala conciencia y cambiando sus valores cristianos por unos de nuevo cuño donde la vida y la libertad pensamiento se han vuelto secundarios. La pandemia sólo ha sido el episodio final donde se ha hecho patente la toma del poder, sin guerras, sin bombas, pero con muertos que llaman al miedo.

                Los líderes del mundo libre han agachado su cabeza, se han  humillado y han entregado “tierra y agua”, malvendiendo la libertad de sus conciudadanos por un puestecito de sátrapa neocomunista en provincias.

                La desaparición del dinero físico para controlar su economía, la erradicación de la libertad de enseñanza para controlar sus ideas, la compra de los medios de comunicación para amoldar su pensamiento, tachar de trasnochados o no inclusivos valores y principios básicos de nuestra civilización, o la idea peregrina de que consumir carne destruye el planeta, son solo unos pequeños pasitos hacia el fin último: legitimar en el poder al dragón rojo del lejano oriente.

                Mientras, tras un murete en una iglesia pérdida, cómo aquella de Baler en Filipinas, unos ojos inyectados en sangre, pero de mirada firme, observan al dragón rojo pasearse sobre los restos humeantes de la civilización occidental. Los ojos de los que resistirán aunque lo sepan todo perdido. Los ojos de los que se deben a sus convicciones y están dispuestos a venderlas caras. Los ojos de aquellos que prefieren que les arranquen la libertad a sus cuerpos ya sin vida antes de vivir humillados. Los ojos de aquellos que lucharán porque nuestros hijos sean libres.

                Este que escribe, lo hará mientras las fuerzas le mantengan el lápiz entre los dedos.

“Cuenta a los Lacedemonios, viajero, que, cumpliendo sus órdenes, aquí yacemos”.

               

Cicerón el Escéptico



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